Se agrava la crisis del Barcelona
BARCELONA — El Barcelona mereció ganar. ¿Lo mereció? Probablemente. Pero ni supo ni quiso hacerlo con la grandeza que se le debería suponer a un equipo llamado a una remontada histórica en la Liga. En dos partidos se había dejado cinco puntos el Atlético de Madrid para devolver un atisbo de esperanza al equipo de Koeman, pero su respuesta fue un ejercicio de impotencia absoluto. Cuando en el Barça se impone el discurso de ‘Ganar por encima de todo’, el bofetón suele ser de órdago…
Y de órdago lo fue este domingo. Nada mejor para devolver la ilusión que pasar por encima de un rival que sumaba cuatro derrotas consecutivas, que aparcar la depresión europea con una victoria solvente y argumentada a través del fútbol, que es, a fin de cuentas, la filosofía íntima de este equipo. O al menos lo era. El ‘Ganar es el argumento’ nunca acompañó al Barça y cuando estaba a punto de hacerlo, de penalti y gracias, en un partido sin nada que guardar en la retina, pagó su falta de espíritu, su falta de competitividad, su falta de rabia. Y la impotencia le atrapó.
Si el Levante le ha robado cinco puntos al Atlético, el Cádiz se los ha quitado al Barcelona. Y si hay Liga, que la hay, es solo, probablemente, porque ese Real Madrid en el que su adn proclama sin disimulo que ‘Ganar es lo único que importa’ está enganchado a la lucha.
El Barça de Koeman es un equipo en construcción, un equipo que huye de su pasado más inmediato buscando un futuro mejor, cambiando caras, rejuvenceciéndose y tratando de enganchar a los suyos a través del crecimiento de Pedri, de Araújo, de Ansu, De Jong, Dest, Mingueza y hasta, si se quiere, de Dembélé.
De esperar a Ilaix y a Konrad. De confiar en que hasta que el mercado le regale en verano un milagroso e ilusionante fichaje pueda dar a entender que su orgullo le mantiene en pie. Levante un título o no levante ninguno. El camino no es fácil, pero es camino.
Sin embargo choca que en esa construcción se cuelen ejercicios de impotencia como ocurrió este domingo. Que no se sepa responder con grandeza a lo que se adivina crisis en el líder, que no haya esa rabia incontenida y sí un conformismo tan triste como desolador.
Porque el Barça que se arrastró ante el Cádiz, por mucho que mereciera ganar, fue eso, la viva imagen del conformismo y de la impotencia. Sin más.