Barcelona empata 3 – 3

 

(Jordi Blanco) – El Barcelona ya no tiene nada más que la esperanza de agarrarse a un milagro para ganar la Liga. En Valencia, ante un Levante frente al que perdió dos de sus últimas tres visitas ligueras, se dejó un empate impensable al acabar la primera mitad y nada inexplicable a la vista de la segunda. El 3-3 final explica cuál es la realidad de este Barça a medio camino entre el desespero y la ilusión.

Una ilusión que se acabó, de mala manera, la noche que pudo acostarse líder y lo hizo entregado a la fatalidad. De meter toda la presión a Atlético y Real Madrid pasó a regalarles la Liga.

Se acerca el final del curso, el momento decisivo, y las fuerzas flaquean. Lo avisó Koeman en la previa y lo demostró su equipo en el campo. Quien pudiera esperar un Barça monumental, acorde a su grandeza, para presionar a Atlético y Real Madrid con una victoria contundente sobre un rival que apenas se jugaba nada más que la honra debió convencerse rápido de que eso no tiene visos de ser realidad.

Salió enchufado, apostando a sentenciar cuanto antes mejor, y rozó dos veces el gol en apenas cinco minutos. Dominó con más ganas que fútbol hasta que el Levante se posicionó, le tomó la medida y comenzó a tutearle a la vista de su falta de fluidez. Le cuesta al conjunto culer fluir con el balón, combinar con suavidad y, más aún, imponerse físicamente. No pocos de sus jugadores se muestran casi fundidos y eso le deja a expensas de un golpe de genio, de suerte… O de Messi, claro.

Messi. Claro. Fue Leo quien acercándose el partido a la media hora y cuando menos creaba el Barça se inventó una volea rasa, impensable e inalcanzable para dar el primer golpe que devolvía la tranquilidad. Y no mucho después, con el Levante intentando recuperar sensaciones, fue él quien le regaló un balón a la carrera de Dembélé quien llegó hasta la línea ya dentro del área pequeña para sacarse de la chistera una asistencia magnífica a Pedri, que solo tuvo que remachar el 0-2.

SUFRIR… Y CAER

Partido sentenciado. Por lógica, por necesidad y porque una vez alcanzado ese liderato era impensable que pudiera ocurrir lo que ocurrió. ¿Qué pasó? Pasó que Araújo se fue lesionado, entró Sergi Roberto, cambió el dibujo y, de pronto, la defensa fue un chiste.

Sin explicación el Barça perdió toda la solidez y toda la calma. Avanzó líneas el Levante, empezó a perder, más aún, balones el equipo de Koeman y en un abrir y cerrar de ojos, aprovechando una pájara indescriptible, encajó Ter Stegen dos goles de Melero y Morales… Y entre ambos aún tuvo otra ocasión el Levante.
El desastre se adivinaba histórico. La caída a los infiernos indiscutible y la necesidad de dar un golpe sobre la mesa urgente. Lo hizo a través de un zambombazo soberbio de Dembélé que le devolvió la ventaja en el marcador, aunque no en el juego, cada vez menos solvente y descabezado. Confiado en dejar pasar los minutos sin pasar más sustos…

Hasta que llegó el susto final, con Sergio León volviendo a ridiculizar a una defensa horrible para igualar a tres. No se podía creer. Era imposible de aceptar que en la noche que tenía que dar un golpe de efecto a la Liga y poner contra las cuerdas de la presión a Atlético y Real Madrid se dejase la victoria por el camino.

Pero lo hizo. No hay mucho más que esperar de este Barça que cabalgó en una remontada enorme durante tres meses para, a la hora de la verdad despertarse del sueño de mala manera. En los últimos cuatro partidos se dejó por el camino siete de los doce puntos en disputa. Demasiado como para soñar con nada.

Adiós a la Liga…

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